
Me quiero mojar los pies y escuchar el silbido del viento. Solo eso.
Respirar muy fuerte, llenar los pulmones hasta el último rincón y soltar el aire, todo con los ojos cerrados y recibiendo los brillos del sol en el rostro.
- Yo nunca apruebo ni desapruebo cosa alguna. Es adoptar una actitud absurda con la vida. No hemos sido enviados al mundo para pregonar nuestros prejuicios morales. No hago nunca el menor caso de lo que dice la gente vulgar, ni intervengo jamás en lo que hace la gente encantadora. Si una persona me fascina, cualquiera que sea el modo de expresión que esa persona elija es absolutamente encantadora para mí. (El retrato de Dorian Gray)
INTRODUCCIÓN
En esta apasionante trama, el actor Russell Crowe interpreta de una forma magistral a John Nash, brillante matemático quien, al borde del reconocimiento internacional, se ve repentinamente implicado en una misteriosa conspiración. Ahora, sólo su dedicada esposa (Jennifer Connelly) puede ayudarle en su sobrecogedora historia de coraje, pasión y triunfo.
Una mente maravillosa ofrece la perspectiva de un genio que se descubre a sí mismo. Su enfermedad había quedado sepultada a lo largo del tiempo por la falta de contacto con la sociedad que le rodeaba. El personaje al que representa, John Nash, es real. Nació en 1928 y recibió el Premio Nobel de Economía en 1994 por sus aportaciones a la Teoría de Juegos y los procesos de negociación. Dicha teoría consiste en utilizar modelos para estudiar interacciones en estructuras formalizadas de incentivos (los llamados juegos) y llevar a cabo procesos de decisión.
La interpretación de Russell Crowe resulta excelente, sacando a relucir al joven solitario con una enorme capacidad intelectual que fue el mismísimo Nash, así como con sus mismas dificultades para relacionarse.
El tema principal de tal éxito televisivo abarca la locura del protagonista y profundiza en sus emociones, su personalidad y el desarrollo de su vida.
INICIO
Esta es la primera frase de Una mente maravillosa. John Nash aparece como una persona retraída, tímida e insegura que, sin embargo, no tiene reparos en comentar lo que piensa. De ahí sus problemas para relacionarse con la gente. Él mismo afirma varias veces a lo largo de la película que no le suele caer bien a los demás.
John piensa que las clases embotan la mente y destruyen el potencial de la creatividad. Se guarece en su despacho entre hojas y más hojas buscando constantemente la idea que le haga excepcional, que le haga destacar por encima de los demás, y considera que esto no se consigue asistiendo a clase.
Las oportunidades se van acabando a medida que pasa el tiempo. Todos los compañeros de Nash van entregando trabajos mientras que él continúa en la inquebrantable búsqueda de una idea más original, innovadora y sobresaliente. Su compañero de habitación le apoya en su investigación ahí fuera, no en los libros.
En una tarde de ambiente festivo, Nash se halla sumido en sus cálculos cuando es abordado por otros compañeros. Estos le señalan a una chica rubia y cuatro morenas, comentando quién se quedara con la rubia pero él, en vez de plantearse la más mínima intervención afectiva, procede a reflexionar sobre las probabilidades de éxito de conseguir a esa chica sin ofender a las demás. Esto le hizo reconsiderar la afirmación del padre de la economía moderna, Adam Smith, de que en la competencia la ambición individual beneficia el bien común. Llega a la conclusión de que es mentira, ya que la ambición tanto individual como grupal sería la que permitiría alcanzar el bien común. De esta forma logra elaborar una teoría que le transformaría en un hombre reconocido.
La mayor demostración del carácter y forma de expresión del protagonista se manifiesta en la escena en la que se halla junto a Alicia frente al río y ella le pide que pruebe a hablar, a contar lo que se le pase por la cabeza. “Es que pulir mis interacciones para que sean sociales requiere un gran esfuerzo, tiendo a acelerar el flujo de información siendo directo y no he tenido buenos resultados”. “Pruébalo”, implora ella. La respuesta es determinante: “Te encuentro atractiva y tus insinuaciones indican que sientes lo mismo, aún así el ritual requiere una serie de actividades platónicas antes de hacerlo, yo estoy siguiendo dicho protocolo pero la curda realidad es que quiero practicar el coito contigo lo antes posible. ¿Vas a abofetearme?”. El resultado, para sorpresa de John, es un beso. En esta ocasión, ambos han entrado en una relación interpersonal de las más profundas: la de pareja.
DESARROLLO
La grieta se ensancha. “En el mundo de John esas conductas suelen aceptarse, se fomentan, así que su enfermedad lleva sin ser tratada mucho más tiempo de lo normal, puede que desde la universidad, al menos fue entonces cuando empezaron sus alucinaciones”, le dice el psiquiatra a Alicia. John Nash es definitivamente declarado como esquizofrénico. La relación entre marido y mujer se hace más complicada y el bebé está en peligro pero Alicia no le deja, no le abandona, continúa a su lado. El lazo de amor se mantiene por encima de toda complicación.
Especialmente horripilante resulta el tratamiento que habría de llevar: se ve al paciente tumbado en la cama con la mirada perdida y acometido por unos temblores que le hacen rebotar en la cama varias veces seguidas de forma totalmente convulsiva. En casa, la impotencia llega a hacerle romper un vaso y un espejo a Alicia, después de lo cual suelta un grito desgarrador. Nash se va abriendo poco a poco a la realidad a partir del diálogo que tuvo con el psiquiatra:
- Es un problema, solo eso, un problema sin solución, y eso es lo que hago mejor.
- Esto no son matemáticas, no puede inventar una fórmula para cambiar el modo en que ve el mundo. – responde el psiquiatra.
- Tan solo tengo que reeducar mi mente.
- No hay ningún teorema, ninguna prueba, no se recuperará porque su mente es la que ha originado el problema.
Nash recurre a un viejo amigo, Martin, para tratar de integrarse de alguna forma. Su explicación (“Alicia y yo creemos que integrarme, formar parte de una comunidad me beneficiaría mucho… que cierto nivel de compromiso, lugares familiares podrían ayudarme a deshacerme de esas ciertas alucinaciones que tengo”), sobre la que no tenía muchas expectativas, resulta convencer a Martin, que desde que ve entrar a John por la puerta le muestra una cordial sonrisa.
John se da cuenta de que tanto su compañero de habitación, Charles Headmen, como el enigmático hombre del sombrero de copa, William Badger, son falsos, son alucinaciones, no pertenecen al mundo real sino que se encuentran únicamente en su mente. Desde joven le había estado acompañando la esquizofrenia y, sin embargo, su aislamiento en materia de relaciones se atribuyó al típico estereotipo del genio, que suele ser una persona tan polifacética como reservada.
Se produce el choque con la realidad. Se da cuenta de que no tuvo compañero de piso, de que la adorable sobrina de este a la que se suponía que había abrazado repetidamente no existía y de que él mismo no era ningún espía que debía escapar de los rusos, como le hizo creer la ilusión de William Badger. En especial, se da cuenta de lo importante que ha sido Alicia en su vida, cuyo apoyo fue fundamental para mantenerle en pie.
- No, no lo han hecho, y puede que jamás lo hagan pero me he acostumbrado a ignorarlas y como resultado creo que se han hartado de mí. Eso es lo que pasa con nuestros sueños y pesadillas, Martin, hay que alimentarlos para que sigan vivos.
- Pero John, ellos te persiguen.
- Son mi pasado, Martin, a todos nos persigue nuestro pasado.
Este diálogo es el último que tiene el protagonista en la película antes de serle comunicado que iba a recibir el Premio Nobel de Economía. No obstante, John se dio cuenta de que en realidad Thomas King, persona que se encargó de transmitirle tal evento, estaba allí para ver si su estado mental era aceptable. Tras darle la rotunda respuesta: “estoy loco, tomo unos medicamentos nuevos pero sigo viendo cosas que no existen, aunque elijo no admitirlas, como una dieta mental: elijo no satisfacer ciertos apetitos, como mi apetito por buscar patrones, como mi apetito por imaginar y soñar…”, todos los que se encontraban en la sala procedieron a realizar uno de los actos de mayor honor hacia un hombre: cada uno de ellos dejó su bolígrafo enfrente de él formando una fila y dándole la enhorabuena por su trabajo.