lunes, 26 de enero de 2009

Las palabras se las lleva el viento


El viento viene y va, nos empuja, nos deja estáticos, nos hace pestañear y llorar, nos revuelve los cabellos.

De pequeña era socia del Telepizza. El carnet andará ya triturado en algún vertedero. El único cumpleaños al que fui tuvo como protagonista el conocido juego de las sillas en el que siempre hay una silla menos que personas, suena música, se para, todos se sientan y el que se quede de pie eliminado. Adivinad quién fue la primera fuera de juego. Exacto, una servidora.

Y a estas alturas una se acuerda de determinadas cosas que tenía tan olvidadas pero que quizá hayan influido de alguna forma en mi personalidad.

Miro al presente y al pasado y la cosa no ha mejorado. Al contrario: todo mi alrededor se desmorona ante mis ojos y mis lágrimas, ante mis vicios y virtudes, ante mis ilusiones y mis tedios. Principios rotos, alma débil, mirada sensible. Cambio Radical, Por Favor. De una forma o de otra, vendrá.

Sólo queda ver de qué forma. Casi no hay miedo. Sólo una pasividad desusada.

"Las armas españolas no han matado palestinos". ¿Qué me estás contando? ¿Qué afirmación es esa? La he oído en clase y la hizo algún personaje conocido, no sé ahora mismo quién.
Esto desemboca en una pérdida de credibilidad absoluta, en la desconfianza, en el desamparo. No tienes a lo que agarrarte, ya nada te apoya, nada te da confianza.
Entonces te enfrentas una vez más a la aplastante realidad de que... Estás solo.

Las palabras te rozan, te acarician, te dañan, te afectan, te encogen el corazón, te hacen sonreír, te hacen llorar, te alegran. Simples palabras son tu vida. Simples palabras gobiernan tu estado de ánimo en vez de tú misma. Ya esperas peligro. Ya estás teniendo miedo. Eso es lo que hay que cambiar de inmediato. ¿Por qué? No solo para no vivir amargada, sino porque al fin y al cabo lo único que cuenta para tu equilibrio eres tú y nada ni nadie más.

En estas circunstancias no ves la salida. Solo esperar, tener paciencia, buscar caminos de distracción. El mundo es tan amplio y estoy tan metida en mí misma. Y tan fuera de mí misma. Metida de lleno en una paranoia mortal.
Y sola.

Pd: Lo peor de las palabras es que se pueden convertir en hechos. Entonces ya sí que no ves una puta salida.

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