martes, 9 de diciembre de 2008

Flying Away

Hola, soy Álex, novio de María. Hoy me ha concedido el capricho de poder escribir en su blog. No me considero un excelente escritor, posiblemente por ser un pésimo lector. Que no es que no sepa leer, es que lo hago en poca medida.

Disculpen todos aquellos que devoran libros a velocidades vertiginosas pero en mi sino está cultivar otras artes. No sé por qué hablo de sino cuando no soy en absoluto determinista. El azar y el libre albedrío me parecen tan hermosos que la imposición a niveles “newtonianos” de una cadena causa-efecto que lo domine todo me resulta un tanto pesado.

Por otra parte, en mis estudios de Ingeniería Química, se me enseña a dejar el menor número de circunstancias posibles al azar. Como aprendiz de científico, no me queda otra que aceptar al pie de la letra las leyes que rigen el universo y comprender que todo pasa por algo.

Ese todo y ese algo son tan relativos como relativas son las vidas de cada una de las seis mil millones de personas que pueblan el planeta donde vivimos.

Caso particular. María y yo nos conocimos a finales de 2005. Una noche en la calle con unos amigos, nada interesante y dos años sin volver a hablarnos. Bien, verano de 2007, ambos nos volvemos a encontrar en una fiesta en la playa y entre nosotros se enciende una misteriosa chispa que hace que comencemos una relación tres semanas antes de que ella viaje a Madrid para empezar sus estudios y un mes antes de que yo me instale en Sevilla para iniciar los míos. Que alguien me diga si eso es azar o destino, por favor.

Claro está, nuestras vidas cambiaron ipso facto. No hace falta explicar que vivir lejos de la persona a la que quieres no es fácil. Vale, el mundo no se acaba, tenemos internet, teléfono y un millón de adelantos tecnológicos que hacen que a cualquier persona desde fuera le parezca un paseo y, en cierta medida, debería serlo si no fuera porque el teléfono e internet no te permiten abrazar a tu novia cuando no se siente del todo bien, no permiten hacerte llegar un beso en la mejilla cuando un profesor pone la calificación de 6 a un trabajo que llevabas preparando durante tres meses sin apenas dormir y tampoco permiten transmitir unas simples cosquillas cuando te apetece juguetear un poco con la persona que verdaderamente te aguanta cada día.

Todo esto no significa que nos arrepintamos de estudiar donde estudiamos. Cada día me siento más orgulloso de que mi novia y yo estudiemos en dos de las mejores universidades de España, cada una en su especialidad. Sí, es difícil, repito. Deseamos vernos lo antes posible y nos gustaría muchísimo que la distancia entre nosotros no fuera de 500 kilómetros pero ninguno tenemos la culpa de que Madrid y Sevilla estén donde están.

María y yo vamos cada semana a Jerez, de donde somos, hecho elogiable por su parte ya que se mete auténticas palizas de tiempo para pasar un fin de semana juntos. Dos días. Un periodo de tiempo que para muchos pasa desapercibido y para nosotros se hace tan intenso. Es algo que la distancia ayuda a valorar bastante. Parece que, por mucho tiempo que pasemos juntos cada fin de semana, siempre nos faltan horas en el día.

A pesar de todo, tampoco se puede ser egoísta. Ambos sabemos que debemos pasar tiempo con nuestros familiares y respetamos sin ningún tipo de problema el hecho de tener momentos íntimos con ellos aunque, en demasiadas ocasiones, el tiempo no nos lo permita tanto como deseamos.

La familia, los que siempre han estado, están y estarán ahí por encima de todo. No se les puede descuidar. He de decir que hemos tenido suerte, tanto mis padres como los de María son personas amables, simpáticas y que nos ayudan muchísimo en todos los aspectos.

Bueno, espero que este pequeño relato ayude a todas las personas que se encuentren en una situación parecida y entretenga a aquellas que se paren a leerlo.

Un Saludo. Te Quiero, María.

Álex

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