sábado, 8 de marzo de 2008

La imago


La imagen fantasmática o imago, del psicoanalista francés Lacan, consiste en proyectar hacia los objetos o hacia los demás lo que realmente deseamos. Nunca es real, claro, porque lo real, según este autor, siempre es horrible.

Por eso dicen que apagamos la luz y cerramos los ojos al hacer el amor, para no ver en verdad a la persona con la que lo hacemos para no decepcionarnos.

A mí esto me parece falso. Que se cierre los ojos por no mirar con quién se hace... Bueno, depende del caso también, claro. Pero la cuestión, aparte de que hayamos conocido y asimilado ese acto como propio de la oscuridad y tal desde que sabemos que las cigüeñas no traen a los niños, pues la cuestión es sentirse y explorarse más profundamente, dejar que las manos y los movimientos del cuerpo se guíen y recorran al otro extendiendo su relación física más allá de los ojos, con el maravilloso lenguaje del tacto.

Mmm... de todas formas, después de defender mi postura en contra de la afirmación que supone la imago en el sexo, también veo precioso tener la luz encendida. No sé por qué la costumbre habría de impedir probar mirándose a la cara. Me da que a Lacan la realidad no le hacía especialmente feliz, porque no me creo que solo se base en estudios y análisis para llegar a conclusiones como la existencia de la imago así porque sí.

La experiencia propia se lleva tatuada a lo largo de todo acto o descubrimiento. Y los que más teorías sacan a la luz son los que más se comieron la cabeza en su momento sobre sí mismos y sobre el mundo que les rodeaba.

Un personaje curioso más en la historia del psicoanálisis. Evidentemente no solo se enfoca hacia el sexo pero a mí me apetecía hablar de ello.

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