lunes, 31 de marzo de 2008

Cómo enfermar de la manera más fácil

Axilas sudorosas y húmedos cuerpos desprendían una serie de particulares olores por toda la estancia. El olor del calor, de la proximidad del tiempo cálido... pero de forma mucho más desagradable, totalmente opuesta al tranquilo paisaje que se ofrece a través de mi ventana (sí, la foto). Se trata del putrefacto hedor del ahogo que va causando por momentos la calefacción y del agobio provocado por los bruscos cambios de temperatura entre interiores y exteriores. Fatiga en su pura esencia...

Esto no es más que una pequeña exageración de los puñeteros mareos que empiezo a tener por el extremado calor de las aulas universitarias. En especial, la que ocupo durante la mayor parte del tiempo tiene a su servicio al sol de canto todas las mañanas, que me presta tanto unas vistas preciosas como una imperiosa necesidad de abrir la ventana para no morir sofocada.
Más vale tomar agua a mansalva para no deshidratarse, a la vez que no se debe olvidar abrigarse a la hora de atravesar la puerta y encontrarse con el todavía acojonantemente frío aire invernal que no nos acababa de abandonar.
Sí, señores, cada fecha tiene sus requisitos y estas son tremendamente propicias para cogerse como mínimo un buen resfriado.

Pues yo solo digo que este fin de semana toca disfrutar del clima de mi tierra. ¡Ole!

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