Esto no es más que una pequeña exageración de los puñeteros mareos que empiezo a tener por el extremado calor de las aulas universitarias. En especial, la que ocupo durante la mayor parte del tiempo tiene a su servicio al sol de canto todas las mañanas, que me presta tanto unas vistas preciosas como una imperiosa necesidad de abrir la ventana para no morir sofocada.
Más vale tomar agua a mansalva para no deshidratarse, a la vez que no se debe olvidar abrigarse a la hora de atravesar la puerta y encontrarse con el todavía acojonantemente frío aire invernal que no nos acababa de abandonar.
Sí, señores, cada fecha tiene sus requisitos y estas son tremendamente propicias para cogerse como mínimo un buen resfriado.
Pues yo solo digo que este fin de semana toca disfrutar del clima de mi tierra. ¡Ole!
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