lunes, 2 de marzo de 2009

Favoritismo de mierda

Estaba María en una clase llamada Creación Literaria y Comunicación. Sí, unas palabras que incitan a la invención, a la imaginación, a la creación. Error. Debería denominarse más bien Historia de la Literatura. Porque pasaban los días y solo cogía apuntes, cada vez más apuntes, solo teoría, autores, periódicos, fechas lejanísimas de la vida real que en muchas ocasiones le traían al pairo. En realidad le interesa pero le ha cogido manía a la asignatura ya por el decepcionante hecho de que no hace honor a su nombre.
El caso es que se hallaban dando la materia un dos de marzo de 2009. Llevaban un par de clases descifrando unos textos: Sátiras a Arnesto. Había que traer preparada la segunda sátira. Pues llega la señora y (empezando un cuarto de hora más tarde debido a que el aula estaba ocupada) comienza a preguntar a los alumnos qué les han parecido dichas lecturas.
Cuando le toca a María, ella responde: pues creo que tienen un lenguaje bastante enrevesado, he tenido que buscar un montón de palabras, pero me parecen bonitas, ("¿por qué?", pregunta la profesora) porque presentan mucha adjetivación y personalmente, la descripción es algo que me gusta mucho en los textos.
¿Qué pasó? Que la maestra dijo: bueno, pues... a mí no me parecen bonitas. (Jajajaja -> borregos de la clase haciendo la pelota, como si hubiera tenido una gracia brutal) ¡Pero es mi opinión! Porque son sátiras. Yo las veo ... (María dejó de prestar atención).
Al rato, va y dice la mujer, despertando a María de su ensueño al reconocer sus propias palabras de hacía un rato: este texto tiene una adjetivación muy bonita.
...
Eso dijo la señora. Y María se quedó con una cara difícil de definir. Como diciendo: "ahhh, que ahora resulta que lo que yo dije antes es una puñetera verdad como un templo". ¿Por qué le cortó el punto a la alumna? Pues ella no lo sabe. Igual le pilla un tanto susceptible pero entre eso y que al pasar lista le preguntó a una chica de dónde era (a nadie más, exclusivamente a esa payasa), María empieza a perder bestialmente el interés en la clase. Y mira el reloj. Y desea que pase el tiempo. No siente hambre, ni sueño, solo dolor de cabeza y de espalda hundida como está en esa silla sin poder salir de allí hasta que la señora terminara su simpático monólogo.

Y esta es la historia de un lunes en la vida de María.

Y de repente, María escucha cómo la profesora le dice a otra alumna que puede convertirse en una grandísima periodista especializada por vivir cerca de Marruecos. "¡Eres una privilegiada!". Ya al empezar el cuatrimestre pensó nuestra protagonista que la señora está pirada, pero cada vez que la escucha lo confirma con creces. Sabe muchísimo, sí, pero no le acababa de coger el gusto. Como a tantos otros maestros.
Como a tantos otros grandes, maravillosos, despreciables, curiosos, aburridos, hipócritas personajes que pasan por la vida de una y se quedan en la mente con quien quieren dando de lado al resto de la chusma que le rodea, entre la cual se pierden personalidades impresionantes que se asquean en tres clases y deciden guardar su talento para otro momento.
Y esto pasa porque en su universidad le conocen. Le conocen demasiado y nada. Son 7.000 alumnos y en su carrera solo hay ocho. Ocho personas que le hacían sentirse como si estuviera atrapada en medio de una revolución hacinada de obreros protestando por sus derechos. Ella también protestaría pero toda esa revolución la lleva dentro, pugnando por salir pero aprisionada para siempre durante los próximos muchos y eternos meses.

Y esta es la historia de cada semana de vida de María, esperando a que llegue la salvación del fin de semana para escapar de toda esta sarta de hipócritas, mimados y repelentes seres humanos que nacieron con un anillo de oro en el dedo.

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