viernes, 11 de abril de 2008

Esta tarde he ido a Madrid. Ya iba siendo hora de tomar el aire. La gran excusa era comprar la entrada de un concierto en la Fnac. El intento ha resultado fallido, no la venden allí pero bueno, ha valido la pena andurrear de nuevo por la Gran Vía observando el cielo, la lejanía, los edificios y la gente, las miles de personas que iban pasando una detrás de otra a mi lado en busca de algún objetivo.

La foto de mi prima Martita viene al caso porque, justo antes de entrar en la monumental tienda, vi a un hombre con rastas que llevaba de la mano a una niña. Esta tenía la carita despejada y el cabello, sujeto con unas pincitas para que no se le cruzara por los ojos, caía hasta la mitad de su espalda formando unos bonitos y rubios bucles. Llevaba una chaquetita vaquera, una falda hippiosa de color rosado con unos mini leotardos a conjunto y unas botas marrones. Graciosísima la pequeña ricitos de oro, totalmente adorable y achuchable. Si he puesto a mi prima es porque las caras se parecen y porque me he acordado de esta foto en la que sale para comérsela.

Tampoco quiero dejar sin mencionar a la amable china de la primera tienda de "20 duros" que me encontré para comprarme algo de merendar. Yo iba paseando la mirada por la variedad de dulces productos mientras ella miraba por la ventana tranquilamente cuando entraron dos hombres con unas pintas curiosas... Les hice caso omiso y continué un tanto ausente de lo que me rodeaba insonorizada exteriormente con mis cascos, pero resulta que aquellos dieron unas vueltas en torno a las estanterías, seguidos muy de cerca por la mujer, hasta que salieron por la puerta sin comprar nada. Al acercarme al mostrador para adquirir por fin un par de donuts se puso a decirme con una particular pronunciación: "Esos quieren robar. Entran y tengo que mirarlos porque si no se llevan cosas...", tal y cual, tendría ganas de hablar con alguien, y le dije: "sí, sí que tenían malas pintas", y me dio la razón sin dejar de sonreír. Le devolví la sonrisa. Me parecía un encanto de mujercita, con su mediana estatura, cuerpo menudo, redonda mandíbula y ojillos achinadamente vivaces.

Más tarde vi a una pareja. Una mujer negra y un hombre blanco. Fue una fracción de segundo pero me quedé pensando en ello. Me gusta mirar a la cara a la gente cuando voy sola, a los ojos, intentando averiguar el significado de su expresión. Otras veces me llama la atención su vestimenta, su pelo, sus zapatos, sus andares. La calle es un mundo en sí. Había un grupo de violinistas tocando para todo el que quisiera escucharlos situados en uno de los lados de la Fnac. Me acordé de la entrevista que tengo que hacer para Géneros, cuyo famoso no creo que encuentre a tiempo, y me pregunté por qué no podía hacerla a alguien como ellos. El tema ha de ser interesante, ¿no? Una persona conocida públicamente tendrá sus cosas relevantes que decir, claro, pero a mí en ese momento me entraron tantas ganas de empezar a charlar con aquellos músicos de calle... Preguntarles por su vida, sus sueños, sus expectativas, sus objetivos.

Finalmente, he vuelto en el autobús leyendo, según ponía en la portada, "el periódico semanal más leído por los inmigrantes": Latino. Una noticia me ha dejado boquiabierta:
"Dos supuestos delincuentes de nacionalidad colombiana fueron salvajemente linchados y quemados por una turba enardecida en la ciudad costera de San Vicente (...). Las autoridades ecuatorianas argumentaron que ante la turba de más de mil personas les resultó imposible detener el linchamiento. El incidente se inició cuando el comerciante Ramón Zambrano fue asaltado y luego asesinado, supuestamente por ambos delincuentes. Horas más tarde la Policía los capturó y aparentemente reconocieron el crimen y devolvieron el dinero (10.000 dólares); sin embargo la población, según la Policía, se los arrebató para quemarlos ante la presencia de niños, mujeres y hombres".
Por lo visto, los linchamientos son típicos por esas zonas... Mira que escucharé sobre accidentes, violaciones, asesinatos y todo tipo de tragedias a menudo pero no dejo de alucinar.

En verdad no pretendo acabar esta entrada con una noticia así... Añado la última parte del día: Un paseo para recordar. Película romántica, dramática y empalagosa a más no poder. Ya no recuerdo la última vez que vi una de estas. Ha estado muy bien, preciosa. Aún así no he llorado. No sé dónde tengo la sensibilidad con respecto al cine. A veces me sorprendo inmune ante escenas fuertes mientras que otras se me empañan los ojos frente a secuencias bastante menos merecedoras de lágrimas, objetivamente hablando.
En fin, el cine es lo más... Junto a la música y los libros.

Y, por último, las buenas noches para mi niño :).

Todo perfecto.

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