lunes, 24 de diciembre de 2007

Donando sangre

Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un hospital de Stanford, conocí a una niñita llamada Liz quien sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse aparentemente era una transfusión de su hermano de cinco años, que había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla.
El doctor explicó la situación al hermano de la niña y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a su hermana. Yo lo ví dudar por sólo un momento antes de tomar un gran suspiro y decir: "sí, lo haré, si eso salva a Liz".
Mientras la transfusión continuaba, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, y sonriente mientras nosotros lo asistíamos a él y a su hermana, viendo retornar el color a las mejillas de la niña. Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y preguntó con voz temblorosa: "¿a qué hora empezaré a morirme?"
Siendo sólo un niño, no había comprendido al doctor; él pensaba que le daría toda su sangre a su hermana. Y aún así se la daba.

(e-mail)

1 comentario:

Anónimo dijo...

relato conmovedor,ehh!!
en este mundo kda cada vez menos persona con ese espíritu salvador!!

como k te as exo un blog aki¿?

FELIZ NAVIDAD!!!

Y PROSPERO AÑO NUEVO!!

LOS REYES TE TRAERAN TODO LOS REGALOS DEL MUNDO, POR SER TAN BUENA XICA!!! ;)

un beso grande!!

agür!!