sábado, 12 de julio de 2008

Reflexión

A veces es necesario escapar a un sitio tranquilo para recapacitar sobre la vida que se está llevando. ¿Cuál es mi situación? ¿Soy feliz? ¿Esto es lo que quiero de verdad?

Si decides seguir adelante es porque te gusta lo que ves, lo que haces y lo que eliges. Si lo haces a disgusto estás perdiendo el tiempo, desechando tu vida y arrastrando a otros con ella, pues te vas volviendo cada vez más viejo y carcamán, más aburrido y estresante...
Cambiar es difícil pero se aprende tarde o temprano. O más bien evolucionar, como dice la frase: "la materia no se crea ni se destruye, sino que se transforma".
Aunque yo ahora prefiero utilizar: "la vida es demasiado corta como para estar siempre cabreado". Porque es una mierda preocuparse y enfurruñarse continuamente por tonterías, uno ya no sabe si se mosquea con los demás o consigo mismo.

Tengo una pregunta existencial: ¿necesitamos a los demás para no aburrirnos?
Evidentemente sí, pero... ¿Hasta qué punto? ¿Dónde está la línea entre la independencia y la sociabilidad? ¿Y cuando se trata de solo dos personas, una pareja que pasa las 24 horas del día juntos?
La peor época para los matrimonios es el verano... Curiosamente, cuando más tiempo pasan teniéndose que mirar a la cara. Se cansan, no saben qué hacer, discuten más por tanto. Que asco. Si estás con la persona que quieres qué más te da lo que hagas. Y si no se te ocurre nada ponte a otra cosa o busca por internet, que no falta al alcance de todos.

Sí, resulta precioso compartir tu vida con otra persona, pero también es verdad que se necesita un espacio propio que permita una mínima autorrealización (escalón más alto de la pirámide de Maslow, por cierto). Ese tiempo de ocio en el que uno hace lo que le gusta y lo que siempre ha hecho, lo cual debe ser aceptado por su pareja, que ha llegado muchos años después a su vida que todo lo que le proporciona ese placer personal.


Cambiando de tema, ayer vi en el cine Posdata: te quiero. Brutalmente triste... pero de una forma o de otra me afectó, me enterneció, me hizo sentir emociones, y eso me encanta. Cualquier cosa te hace experimentar, te hace sentirte vivo... Es maravilloso, que digo, es la hostia ser sensible. Sensibilizarse ante las percepciones, los gestos, las películas, los libros, las reacciones de los demás. Relacionarse, conocer, aprender.


Me imagino que le pasará a todo el mundo alguna vez... Estás tan tranquilo sobreviviendo y de repente un día te pones a pensar y te sitúas fuera de ti, totalmente fuera de ti, convirtiéndote en el espectador de tu vida. Te ves desde fuera y piensas que nada vale la pena lo suficiente como para amargarte. Te das cuenta de que cuando sigues adelante es porque no quieres otra cosa más en el mundo. O, por el contrario, ves que no puedes seguir así y decides cambiar de repente, sin pararte a pensarlo más porque ya te has tirado mucho tiempo retrasando el momento decisivo de dar un giro.
El caso es esa sensación de exterioridad absoluta en la que te despegas de tu jodido ego. En esta frase se resume todo lo que quería decir en la parrafada anterior.


Hasta pronto. Sigo aquí.

No hay comentarios: