jueves, 24 de enero de 2008

Tómate un kit kat

Es sorprendente la facilidad con la que un sólo día, menos de 24 horas ya que unas 8 de media se pasan durmiendo, puede contener en sí todos los estados de ánimo posibles.
Te levantas a mediados de la semana tirando para el fin de semana, eso ya resulta positivo; vas a clase, escuchas (o lo intentas), trabajas, aprendes, haces lo que has elegido. Y a la mínima te puede acometer tanto un gran sentimiento de alegría como otro de malestar. Por cualquier cosa. Una palabra, un recuerdo, una visión, una actitud ajena. Alucinante.
Cuando te ves atrapado en ello y crees que no vas a salir ya en el resto del día... Fallo. Tan pronto caes, si te sentías bien, como te animas, si te habías desmotivado. A menudo la respuesta está en aquello que no nos apetece hacer inmediatamente por pura comodidad (evidentemente, me centro en si te has puesto mal, porque de estar bien mejor quedarse igual el máximo tiempo posible), por quedarnos parados donde estamos esperando a que otro o el tiempo nos lo solucione.
Craso Error. Hazlo. Te sentirás mejor. Pon fe y confianza en lo que hagas, por algo lo controlas tú, al menos no depende de nadie más para poder echar la culpa si no sale bien.
No importa que no creas en esa mejora inmediata. Un paseo, una conversación, un encuentro, un recuerdo, una música bonita... Harán el mismo efecto, pero esta vez en positivo. Puede que te hayas dejado llevar demasiado por los que te rodean. Puede que te hayas acomodado a una situación que ya se te escapa de las manos. Vuelve. Respira tu propio aire. La independencia no existe, lo sabemos todos, es como hablar de la felicidad. La plenitud en estos dos conceptos es imposible. Pero sí tiene sus grados, sus niveles, sobre los que nosotros tenemos que ir haciéndonos dueños a medida que maduramos.
Tal vez te sigas sintiendo regular por mucho que te digan, aconsejen o experimentes sensaciones más positivas y no les hagas caso... Eso significa que no acabas de madurar. No importa, forma parte de la vida, pero nada de esperar al tiempo o a que venga otro a hacerte sentir mejor.
Al menos a mí me ha bastado hoy con coger el autobús en cuanto he llegado a la parada, mirar la puesta de sol, escuchar el/tu/mi/nuestro iPod (prestado/regalado, lo aclaro ^^), comprarme 5 kit kats y hablar con una amiga que me he encontrado a la vuelta, pequeñas cosas para sentirme de repente tan a gusto por muy simple y rutinaria que vea ahora mi existencia. Y mira que no me apetecía nada salir del cuarto. Menos mal que lo hice.

No hay comentarios: